En una entrevista exclusiva con La Palabra, Nazareno compartió detalles sobre cómo es estar en el campo de batalla. Casi pierde la vida y recibió una condecoración por salvar a un compañero.
Con tan sólo 25 años, Nazareno Moreyra, el joven nacido y criado en Bombal, está viviendo uno de los capítulos más trascendentales en su corta pero precipitada carrera militar.
Tras formarse en el Ejército Argentino y luego de alistarse en la Legión Extranjera Francesa, está desempeñando misiones de combate en la ciudad ucraniana de Bakhmut, en la región de Donetsk, como miembro de la V Brigada de Asalto del Ejército de Ucrania.
Nazareno desembarcó en Ucrania en junio de 2022 con el objetivo de ofrecerse como voluntario para integrar las tropas militares de ese país que había sido invadido por Rusia.
Varios motivos le hicieron tomar esa decisión, pero uno de ellos fue más que especial, ya que, en el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, encuentra ciertas similitudes con lo sucedido con las Islas Malvinas, donde su padre luchó representando a Argentina contra Inglaterra, en 1982.
“A la guerra llegué porque sentía que debía aportar con mi ayuda, ya que Ucrania es un país que está invadido como Argentina lo fue a lo largo de su historia en varias oportunidades. La invasión más reciente fue la causa Malvinas, que lamentablemente los ingleses nos quitaron”, contó Nazareno a La Palabra.
“Ese sentimiento me impulsó a llegar aquí, para defender a un país que quiere ser libre, aportando lo que se de mi carrera militar”, añadió.
Nazareno tiene un contrato militar que abalan sus derechos y una paga, aunque él no se considera un mercenario.
“No peleo por dinero, a mí nunca me importo eso, tengo mis ideales, mis pensamientos. Soy soldado de corazón, mis valores militares me trajeron aquí y por eso peleo”, subrayó.
Fue por esas razones que, junto a un amigo, Moreyra desembarcó en Ternópil, donde existe un centro de reclutamiento de hispanohablantes donde comenzó el proceso de instrucción.
Su primer destino como recluta de las milicias ucranianas fue Kiev, donde integró un batallón de artillería, y actualmente está combatiendo en Bakhmut, ciudad situada en el este del país, en la orilla del río Bajmuta.
“Mi función al llegar fue de artillero senior, ya que tenía un poco de conocimiento de las piezas de artillería que usaban aquí; pero con el tiempo empecé a hacer misiones de Infantería y me quedé en esa fuerza”, detalló Nazareno.
Bakhmut es uno de los lugares más golpeados por el conflicto bélico, tanto es así que, ya en enero de 2023, el gobernador militar regional ucraniano había indicado que el 60 por ciento de la ciudad fue destruida durante combates, y en mayo de 2023 fue tomada por fuerzas rusas.
En ese contexto complejo pasa sus días el bombalense, quien asegura que Ucrania está haciendo un gran esfuerzo por sostener su libertad y soberanía.
“Recibimos suministros, tenemos equipo y munición de sobra, también comemos bien; no nos falta nada”, dijo.
“Aquí hay mucha gente que habla español, pero el idioma que usamos es el inglés; prácticamente lo aprendí acá al escucharlo. Tengo amigos y compañeros que hablan varios idiomas y me ayudaron con eso”, relató.
“Vivir en la guerra es algo muy difícil de describir; pues deberían estar aquí para poder entender. Pero la guerra para mí es un infierno con momentos de paz”, se sinceró Nazareno.
A cada paso, la guerra deja una huella de sufrimiento indeleble y el joven sabe mucho de eso, ya que su vida estuvo en peligro y hasta perdió dos amigos.
“En una misión, el comandante se equivocó de camino y un dron enemigo nos vio. Pocos minutos después, un tanque disparó un cañón que explotó a veinte metros de nosotros. A mi compañero español la onda expansiva lo acostó; yo había quedado arrodillado y un pedazo de piedra me pegó en el brazo, quedé tumbado en el piso, me levanté inmediatamente, alcé a mi compañero y lo empujé contra el bosque donde vimos unos pozos y nos metimos ahí”, rememoró el soldado.
Si bien Nazareno y su compañero pudieron esconderse en trincheras separadas a unos ocho metros de distancia, el riesgo no terminaba, sino que se agravó al llegar la artillería.
“Estábamos inmovilizados, los proyectiles explotaban cada vez más cerca. Una bomba de mortero cayó en el medio de los pozos donde estábamos; a mí me dejó confuso, y a mi compañero le generó una contusión. En ese momento sentí que me iba a morir. Estuvimos diez minutos, pero a mí me pareció que duró toda la mañana. Afortunadamente logramos salvarnos”, precisó Nazareno.
“Ya tengo dos amigos caídos en combate -continuó-; uno de ellos era mi mejor amigo. Me cuesta un poco hablar de eso, creo que es una de las partes más tristes de la guerra. Al pasar los días, tus compañeros se convierten en hermanos, pasan a ser parte de tu día a día y tu vida en general”.
“Que un compañero caiga es tan doloroso como perder a un familiar; pero el soldado debe seguir, porque si nos detenemos a pensar en las cosas que pasan nos hace mal y no se puede trabajar si no se tiene la cabeza con claridad y concentración”, destacó el soldado.
A pesar de este sombrío escenario, Nazareno se muestra optimista con respecto al desempeño de las tropas ucranianas, aunque no avizora un desenlace cercano.
“Gracias a Dios y el trabajo de todos mis camaradas, aquí estamos avanzando y recuperando terreno. Sabemos que la artillería enemiga está trabajando al límite y es cuestión de tiempo para que ceda, pues nosotros seguimos empujando al enemigo y eso es muy positivo, diría que vamos avanzando bien”, aseveró.
“Se intentó llevar a las dos partes a una mesa de negociaciones, pero el enemigo pidió el veinte por ciento de los terrenos tomados y desde el lado ucraniano se negaron e insistieron por la recuperación total. Esperamos que pronto pase algo, o la guerra pasará a otro nivel mayor o se mantendrá como ahora, pero no creo que termine”, expresó preocupado Nazareno.
Rescate y condecoración
En una oportunidad, tras finalizar una misión que duró tres días, el pelotón que integra Nazareno fue sorprendido y atacado por los soldados rusos. Allí, el bombalense vivió una situación límite en la que salvó a un compañero, lo que le valió recibir una condecoración.
“Mientras regresábamos al punto de evacuación para volver a base luego de un combate que duró toda la noche, un dron nos divisó a dos kilómetros del destino y nos atacaron”, recordó Nazareno.
“Avanzamos tirándonos al suelo con cada bomba que explotaba, pero uno de mis compañeros cayó a más de 25 o 30 metros mío y me pedía ayuda. Mis compañeros siguieron avanzando, pero yo volví, lo saqué de entre unas ramas y troncos; estaba herido, cansado y llorando me pedía que lo saque de ahí. Yo también estaba muy cansado, pero lo cargué y lo saqué”, agregó.
“Cuando llegamos a la base, vomité y me desmayé, me dolían todos los músculos del cuerpo; los médicos me trasladaron a un hospital porque dijeron que había hecho un sobre esfuerzo. Fue duro, pero gracias a Dios pude salvar a mi compañero que sigue vivo y con fuerzas”, manifestó.
Este valioso hecho hizo que los comandantes del batallón le concedieron una medalla como símbolo de su distinción y valor en combate.
Vocación y formación militar
Desde sus raíces, Nazareno tiene una vida signada por la vida militar, ya que su padre, Oscar Moreyra, es uno de los ex combatientes de la guerra de Malvinas que aún reside en Bombal.
“A los 19 años fue cuando me empezó a atraer más y más este tipo de vida hasta que ingresé al Ejército Argentino, me formé durante cuatro años, y tomé como arma la infantería donde me desempeñé como tirador de ametralladora MAG hasta el día de mi baja”, narró Nazareno.
Pero, sus ansias de adquirir un mayor nivel físico y mental, lo llevaron a tomar una decisión trascendental en su vida: sumarse a la Legión Extranjera Francesa, donde prestó servicio dos meses y medio, para más tarde llegar a la guerra entre Ucrania y Rusia.
“Tengo una gran admiración por mi padre y por la valentía que tuvo en Malvinas. Los valores que me trasmitió fueron el combustible para que tomara esta carrera como parte de mi vida”, enfatizó, y precisó que su padre le comentó que “no va a estar tranquilo hasta volver a verme”.
“Siento mucho miedo, soy un ser humano, pero el tener miedo es importante ya que es lo que nos hace actuar; que sea de buena o mala manera depende de cómo lo controlemos. De mi parte no puedo negarlo, tengo sangre de bravo de Malvinas, hago mi trabajo bien, y estoy muy orgulloso de eso, pero está muy claro que esta vida no es para cualquiera. Dios nos acompaña siempre y gracias a él estoy vivo, espero poder salir de esta guerra sano y salvo y continuar con mi carrera militar”, cerró Nazareno Moreyra.