El 2 de abril se conmemoró nuevamente en Argentina el Día de Veteranos y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, fecha en la que se recuerda el inicio del conflicto bélico del Atlántico Sur en el que en 1982 las tropas argentinas se enfrentaron a las fuerzas británicas con el propósito de luchar por la soberanía de estos archipiélagos.
Desde La Palabra consideramos propicio rememorar esta fecha dialogando con uno de los tantos argentinos que participaron de esta guerra. Se trata de Oscar Moreyra, un excombatiente bombalense que comparte su historia, vivencias, sus tristezas y valentía para no olvidar este suceso con 40 años de historia.
Al momento de iniciarse la guerra, Oscar Moreyra realizaba el servicio militar obligatorio en la base de la Armada Argentina Puerto Belgrano ubicada en el sur de la provincia de Buenos Aires, junto a la ciudad de Punta Alta, formando parte de la Artillería de Campaña N° 1. Sólo faltaban dos meses para que a Moreyra le dieran la baja y así finalizar sus tareas en el ejército, pero recibió una carta que cambiaría el rumbo de su destino: debía prepararse para participar de la guerra en Malvinas.
“En ese momento estábamos bajo bandera, habíamos jurado y tuvimos que ir. Fuimos por obligación, no por voluntad. En el regimiento siempre nos inculcaron que un soldado debía defender su patria y que la patria es el pueblo, los padres, hermanos y demás. El que no iba era un traidor, no había posibilidades lógicas de decir que no. Era terrible sentirse señalado como traidor y además muchos fueron amenazados. Tuvimos que ir”, relató Moreyra.
De esta manera, junto a su pelotón, fue trasladado a Comodoro Rivadavia y de allí a las islas en un avión Hércules, llegando de noche a mediados de abril. “Al llegar a Puerto Argentino o Puerto Stanley acomodamos las piezas y los seis cañones obuses 105 que teníamos a cargo en artillería y ahí esperamos al enemigo”, recordó el excombatiente, quien aseguró “no haber tenido idea de cómo era una guerra y qué hacer en ella más que lo que había visto en televisión”.
Tal como detalló Moreyra: “Nuestro refugio era una especie de cueva rodeada de montañas de piedras en el cual nos protegíamos para evitar la onda expansiva y las esquirlas que caían”.
“El combate era permanente, constantemente sonaban las sirenas con alarmas de diferentes colores que anunciaban los ataques de helicópteros, aviones o buques. En la guerra el combate no para, no te deja en paz, te dormís por cansancio. Escuchás tantas bombas que en el momento de descansar te parece oír bombardeos que no existen. No había momentos de descanso, existían instantes en los que te dormías sin darte cuenta pero no te relajabas, siempre te despertabas por gritos, bombas y demás”, precisó Oscar Moreyra.
La desértica geografía del lugar estaba escoltada por el intenso frío y la lluvia incesante. Este pavoroso escenario se completaba con la poca comida y la insuficiente ropa para apaciguar las bajas temperaturas. “Durante dos meses tuvimos la ropa rota, sucia y los pies mojados, en cambio los ingleses tenían trajes térmicos, mochilas cargadas con palas, rifles y metralletas; nosotros teníamos sólo dos fusiles. Los ingleses tenían relevos, es decir después de combatir se bañaban, comían y descansaban. La comida muchas veces no llegaba por diferentes motivos y nos debilitamos mucho, por mi parte volví de la guerra con 45 kilos habiendo bajado treinta”, puntualizó Moreyra.
Luego de 74 días de combate, más precisamente el 14 de junio de 1982, sucedió lo inevitable y lo conocido por todos: la rendición argentina. “Cuando fuimos detenidos nos sacaron el armamento y todos los elementos considerados peligrosos como ser cinturones y cordones. Esa noche hacía mucho frío, la pasamos muy mal, hasta que nos llevaron al puerto donde nos dieron de comer. Luego viajamos en el rompehielos Almirante Irizar hasta Ushuaia, de allí en avión hasta Río Grande, para hacer escala en Comandante Espora y luego llegar a Puerto Belgrano”, recordó Oscar Moreyra. Después de quince días, llegó a su pueblo natal Presidencia de la Plaza, en la provincia de Chaco, donde lo esperaban sus padres y hermanos.
Cada vez que se acerca el 2 de abril, para Moreyra “es un día especial, recuerdo a los amigos perdidos, aquellos que murieron, en especial a Oscar Mansilla un amigo que el día de la rendición, cuando nos replegábamos, le dieron y murió”.
“Malvinas es todo los días, es una parte de mí que quedó allá que no voy a recuperar nunca más. Digan lo que digan no voy a volver a ser el Oscar Moreyra de antes, el de 18 años que fue a luchar. Es como que te parten al medio y aunque te unan siempre queda la cicatriz, no te olvidas jamás. Pero a pesar de eso estoy contento porque fui por mi patria, hoy me siento un heredero de aquellos grandes como San Martín, Belgrano, aquellos que lucharon por la patria”, son las palabras que expresó Moreyra a la hora de pensar en las islas.
Para la mayoría de los que retornaron de la guerra se hace muy duro cargar con los recuerdos de aquella época, es muy difícil seguir viviendo en paz. “La guerra es la guerra, es muerte, sufrimiento, tristeza y desolación. Pero más duro fue la posguerra, porque pasaron muchas cosas, a nosotros nos negaron, nos hicieron salir por la puerta de atrás, nos prohibían hablar de Malvinas, el pueblo en sí nos dejó de lado. La sociedad estaba engañada, pero al regresar nos dieron la espalda, necesitábamos un abrazo, un afecto y no fue así. Eso es lo que me hizo sentir muy mal incluso hasta el día de hoy”, expresó el excombatiente.
Este es el recuerdo y homenaje de uno de los soldados argentinos que lucharon por las Islas Malvinas, ese conflicto armado cuyo costo final en vidas humanas fue de 649 militares argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños, añadiendo además a los más de 500 excombatientes que padecieron y no pudieron hacerle frente a la posguerra y se suicidaron.
El regreso a las islas
A fines de 2007, después de 25 años, Oscar Moreyra volvió a Malvinas, recorrió el terreno que lo vio luchar por la Argentina y fue allí donde recuperó su traje de gala que hoy atesora con honra. “Cuando pisé otra vez ese suelo sentí mucha nostalgia, pero fue un gran desahogo como el que me produce hablar de la guerra. Muchas personas no se animan a preguntarme para no lastimarme pero por el contario me gusta que me pregunten sobre Malvinas”, señaló Oscar.