Una escapada a Villa Elisa, la seductora Ciudad jardín de Entre Ríos

Turismo

A mitad de camino del Palacio San José al Parque Nacional El Palmar, la abrumadora secuencia de lomadas se toma un respiro para que florezcan sin obstáculos los colores y los aromas naturales de Villa Elisa, la vistosa “Ciudad jardín” de Entre Ríos.

Los sugerentes verdes de palos borrachos, tipas, lapachos, espinillos, anacahuitas y aguaribayes se fusionan en el paisaje urbano con las manchas rojas de los ceibos florecidos, las copas teñidas de lila de los jacarandás y los amarillos encendidos en gruesos ejemplares de ibirá pitá.

El manto vegetal decora los bulevares que confluyen en el área fundacional y se ramifica en plazas y jardines familiares. La marca de distinción que ostenta Villa Elisa parece seguir al pie de la letra una de las tradiciones introducidas por los pioneros suizos, franceses e italianos que el fundador Héctor de Elía hizo desembarcar en estas tierras prósperas a fines del siglo XIX.

Una de las plazas que rodean la iglesia Natividad de Nuestra Señora, en Villa Elisa, Entre Ríos.

Una de las plazas que rodean la iglesia Natividad de Nuestra Señora, en Villa Elisa, Entre Ríos.

El cuidado estético es aquí uno de los pilares establecidos por la cultura inmigrante. El legado persiste a través de concursos de jardines que convocan la participación de los pobladores, talleres de poda, jardinería y cultivos y obras de teatro para concientizar sobre el tema, protagonizadas por niños.

A pie por el área fundacional

Durante una caminata por el centro de la ciudad, cada referencia histórica que se desprende del relato de Graciela Antonin aparece en escena fusionada con el entorno natural omnipresente.

Manojos de ramas, tallos y hojas se alargan desde los maceteros como tentáculos indomables para recubrir el Paseo de los Estudiantes del bulevar Urquiza. A unos pasos, en la Plazoleta del Inmigrante, la vegetación desbordante reduce la vista de la representación del Arco Alpino del cantón de Valais, Saboya y Piamonte.

“El árbol emblemático de este recorrido es un ejemplar de acer campestre o arce silvestre”, señala la guía, cuya voz se transformó en un rumor apenas audible, en medio de los trinos persistentes de calandrias, tacuaritas, benteveos, cardenales y horneros.

Los vuelos ruidosos de los pájaros van y vienen desde las alturas de los monumentos a la Madre y al Sembrador, el busto que recuerda a de Elía y el campanario vacío de la iglesia Natividad de Nuestra Señora, construida en estilo gótico en 1936.

Los tañidos que se escuchan -se apura en aclarar Antonin para evitar confusiones- son emitidos por las campanas de la original capilla Inmaculada Concepción, levantada en 1897 y aún en pie a un costado del templo moderno.

Paseo de los Estudiantes, en Villa Elisa, Entre Ríos.

Paseo de los Estudiantes, en Villa Elisa, Entre Ríos.

Aguas terapéuticas a 3 km

Las fragancias naturales se disparan por las calles poco transitadas de Villa Elisa, pero nada parece ser capaz de atenuar el sofocante calor que anticipa el verano. Es el momento indicado para alejarse no más de tres kilómetros del casco urbano y encontrar reparo en las diez piscinas del parque termal.

También aquí, donde las propiedades terapéuticas de las aguas saladas sirven para refrescarse y minimizar el impacto de distintas dolencias, los visitantes asignan un lugar preferencial al parque. Las sombras que dispensa la arboleda protegen el picnic de día completo que disfrutan familias enteras.

Plaza Acuática, en el complejo termal de Villa Elisa, Entre Ríos.

Plaza Acuática, en el complejo termal de Villa Elisa, Entre Ríos.

Las reuniones son matizadas por momentos de relax en piscinas de agua tibia, caminatas por los senderos y diversión garantizada, cada media hora, en la pileta removida por olas. A unos metros, la diversión de los adultos da paso a la alegría contagiosa reservada a los menores en la Plaza Acuática.

Al atardecer, cuando los últimos destellos del sol son recortados por las siluetas estilizadas de las palmeras, el crepúsculo dibuja extrañas figuras en el cielo posdado sobre el camino de 12 kilómetros que lleva del complejo termal al paraje Colonia El Carmen.

Una de las diez piletas del complejo termal de Villa Elisa, en Entre Ríos.

Los más fieles parroquianos del almacén de ramos generales Francou piden en el mostrador su habitual trago de cerveza bien helada o vino con gaseosa y avanzan a paso lento hasta la vereda, para recuperar el aliento después de la jornada de trabajo, observando enmudecidos el vasto horizonte de campo.

En el salón, Olga Perroud -la esposa de Roberto Francou, nieto de Antonio Francou, quien abrió el local junto a dos socios en 1907- reconstruye la centenaria trayectoria del establecimiento, una posta clave erigida sobre el Camino Real para los carruajes que viajaban desde Colón hasta Villaguay.

Almacén de ramos generales Francou, en Colonia El Carmen, a 12 kilómetros de Villa Elisa, Entre Ríos.

Almacén de ramos generales Francou, en Colonia El Carmen, a 12 kilómetros de Villa Elisa, Entre Ríos.

La frondosa colección de fotos familiares en blanco y negro, misales, la primera patente pagada por la casa, una libreta de enrolamiento de 1911, el primer contrato y libros de registros contables es parte de las piezas encontradas en dos baúles rescatados en los últimos años por los dueños de casa.

Más allá de esos documentos históricos que relucen en vitrinas y cuadros, el almacén -una sorprendente conjunción de farmacia, tienda de ropa y alimentos, bazar, bar y ferretería- llena los ojos como un museo en constante evolución, en el que aportan los propios vecinos.

Olga Perroud junto a parte de la colección de reliquias del almacén de ramos generales Francou.

Olga Perroud junto a parte de la colección de reliquias del almacén de ramos generales Francou.

Las estanterías originales parecen a punto de ceder bajo las hileras de cámaras de fotos, televisores a batería, botellones de vidrio, vinos en damajuana, planchas, termos, pañales de chiripá, candiles, ventosas, linternas con lupa, boleadoras y tabas. Entre el fárrago de reliquias asoman los productos de las compras cotidianas, el hábito que enciende largas charlas de temática abierta, compartidas a toda hora por el vendedor y sus clientes.

Vía libre para pasear

Esos ratos imperdibles en los que se comparte casi todo -desde los comentarios indiscretos hasta el mate- ocupan un lugar preferencial en la agenda diaria, tanto en el ámbito rural como en la rutina algo más agitada de Villa Elisa.

La propuesta recreativa del Ferroclub Central Entrerriano arranca a puro recuerdo y mateada en el andén de la estación, mientras la locomotora de 1928 y el trencito Expreso Charrúa calientan motores sobre las vías.

La locomotora de 1928 del Tren Histórico de Villa Elisa, Entre Ríos.

La locomotora de 1928 del Tren Histórico de Villa Elisa, Entre Ríos.

“Estamos ofreciendo una salida de un kilómetro y medio hacia el norte y otro trayecto corto hacia el sur de la ciudad”, explica Rafael Pirolla, hijo de Isauro Pirolla, el legendario conductor del convoy que llegó hasta las cercanías del Palacio San José en 1995, cuando el servicio fue recuperado como un paseo didáctico e histórico, después del abandono que siguió al cierre del ramal Villa Elisa-Caseros, en 1980.

La maquinista Griselda Faure imprime una velocidad a paso de hombre a la locomotora y el motor Bedford ruge no bien deja atrás el taller, avanza sobre el césped recortado al ras sin siquiera incomodar a las vacas y ovejas que están pastando y apunta derecho hacia la zona arrocera.

Unos veinte minutos después vuelve sobre sus pasos y supera el cambio de vías que lo deposita en el sector de máquinas. Atrás, en el interior del vagón, el ánimo distendido que expresaban los pasajeros -un puñado de niños expectantes y sus padres- al comenzar la aventura cae rendido ante los embates de la emoción.

El guía los observa y ellos parecen implorarle otra vuelta, definitivamente seducidos por el embrujo de Villa Elisa.

Fuente y fotos:
Clarín